martes, 22 de abril de 2008

Caricias. Tus caricias

Acababa de entrar en el aula, llegaba inusualmente tarde por un problema que había surgido a primera hora en la oficina. Lo hice con cuidado, sin hacer ruido, un poco ruborizado por la hora y otro poco por mi aspecto excesivamente elegante. Casi nunca vestía de traje. Ya no quedaba sitio y Jota me hizo un ademán con la cabeza, como diciendo "lo siento tío, pensé que no venías".
Me dirigí a la última fila saludando en silencio a aquellos compañeros de cursillo con los que llevaba ya unas cuantas horas compartidas. Horas de clase, trabajo en grupo, presentaciones ante el resto,...Me senté sólo, en mi cabeza aún resonando la bronca que acababa de tener por teléfono. Saqué los apuntes y la pluma con la que siempre tomo notas. Me acostumbré en la carrera a usarla. Según mi amiga Ana resaltaba mi escritura redondeada y silenciosa. Al levantar la mirada la vi mirarme de reojo.

Me había fijado en ella desde el día que la vi entrar tarde y nuestras miradas se cruzaron por casualidad. Me sonrió. Me pareció muy atractiva. Por desgracia nos pusieron en grupos separados y apenas habíamos cruzado dos palabras en estos dos meses.

La vi sonreír de nuevo, como si acabara de recordar algo, a la vez que se retiraba el pelo de la cara, con un movimiento que acababa en su nuca. En ese instante comenzó el embrujo. Con la mayor delicadeza del mundo comenzó a jugar con su pelo, haciendo y deshaciendo imaginarios nudos. No pude apartar la mirada de su mano acariciando un pelo negro, oscuro como una noche sin día. Nada en el mundo podría resistir esas caricias, ni la roca más dura ni el ser más perverso.

Volví a ser un niño en el regazo de mi madre mientras cantaba y jugaba con mis rizos; a las lecturas bajo las sábanas a la luz de una linterna; a mi adolescencia de explorador con Julia, que me tocaba y el mundo se fundía mientras me hundía en sus brazos; al abrazo de mi amiga Laura, rota por el dolor de la pérdida. A todos esos momentos en los que el amor, la emoción, la pasión, la tristeza, te hacen sentir vivo. Me recordó qué una vez sentí.

Desde entonces, cada vez que la veo, sólo deseo besarla y que sus manos acaricien mi pelo y mi alma.

(Fragmento del libro "Jacinto, saca la escopeta que viene tu yerno" publicado por Todo es Bonito Entertaiment - 2008)

(Gracias a N por ponerle imagen a este relato)


8 comentarios:

Elena dijo...

Te he leído a primera hora (no disponía de tiempo para comentar nada, apenas para leer a toda prisa), así que el texto me ha acompañado el resto de la mañana: en la marea humana del Paseo del Prado, en las prisas del instituto, en las apreturas de Ikea... Ha sido una jornada apresurada (y lo que me queda) en la que tu relato me ha permitido evadirme del ritmo frenético imaginando que todos íbamos, en realidad, al ritmo de dedos que deshacen "imaginarios nudos" de nuestro pelo.

En fin, que a pesar del punto triste que no puedo evitar encontrarle, tu cuento, como ella, acaricia.

Irene dijo...

Muy bonito, Dani, como siempre

Anónimo dijo...

Sí. Ella te dirá sí.

Pi dijo...

y quién no ha jugado alguna vez con su pelo???embrujo gitano, diría yo.....

Anónimo dijo...

Madre mía Dani...una vez más...impresionante! Hazle caso a Txema, te dirá que sí, y si no, ella no sabe lo que pierde. Besos. La otra

Raúl dijo...

El fragmento increible!! y el libro me encantó. Lo que no sabía que era una trilogía, ahora estoy con el segundo libro titulado "Jacinto, no tires a dar que luego vienen los problemas". Voy por la pagina 50 y no puedo soltarlo, ya os contaré.

Saludos

Anónimo dijo...

¿Cómo voy a volver a atusar mi pelo en tu presencia después de esto?

Óscar del Castillo dijo...

Vente "pa" Sevilla, Dani. Que la cosa empeora día a día.
Todavía tienes solución, de verdad.
Óscar.